lunes, 13 de marzo de 2017

Feliz Cumpleaños, self-destruction machine.

Llevas dos putas décadas viviendo en este planeta. Es mucho, pero sigue pareciendo tan poco.

La música es fuerte. Es la tercera vez que ponen Nene Malo y aún así todos la siguen cantando con la misma emoción que al principio de la fiesta. 
La gente es bien parecida, borracha, alegre, rara, da miedo. Te encuentras con Nicolás Grindberg. Te han hablado de él desde que ibas en la secundaria, casi todas cosas malas. Te lo imaginabas más grande, pero sólo es un poco más alto que tú y tiene prácticamente tu edad. No recuerdo porqué terminó acercándose tanto a ti. Platicaron un buen rato, creías que te quería ligar, tal vez, que buscaba lo que todos en las fiestas, tenías ganas también pero te gusta esperar en las fiestas porque por innumerables razones es más conveniente. Le dices que sólo has oído cosas malas de él. Te pregunta quién y que te dijeron. No le dices porque estás peda, te da hueva acordarte y aunque lo recordaras no se lo dirías. Te dice que antes era un desmadre, que hace un chingo no salía de fiesta, algo sobre morras. La neta te vale madres. Te presenta a su amigo Egberto. Él te gusta más. Usa lentes, cabello largo oscuro, recogido en un chongo desordenado, carita jocosa y sonrojada, sonrisa de bebé. 
Lo que sigue te aburre. Nicolás Grindberg empieza a hablar de feminismo como todo un hombre (aunque puedo haber sido mucho peor) y te vas.

Das vueltas, vas a mojarte bajo la lluvia, en el muy bonito cesped que hay. Vuelves a la casa. Fumas, un hombre, cuyo nombre ya no recuerdas te pide un toque. Tiene los ojos inyectados en sangre y está muy ido. Te dice que estudia gastronomía, le dices que tú artes. Hablan, fuman. Se va. 
Te diriges a la parte de la barra, donde sólo hay botellas y latas vacías. Ya no queda nada de alcohol. Repites este recorrido en varias ocasiones a pesar de que sabes que ya no queda nada, ni siquiera agua. En esa parte de la casa hay un chico sentado. Está solo, se le ve fastidiado y triste. Guapo. Fuma un cigarro. Quieres acercarte pero no sabes como, así que sólo te sientas cerca de él, acompañándole solitariamente, no le miras, no le hablas. Él tampoco a ti.

Re-aparece Adrián. No es feo, pero hay algo en él que es muuy creepy. Te estuvo persiguiendo la mitad de la fiesta acercando de manera aterradora su cara a la tuya. Wey, que incómodo tener que mover tu jeta para no tocar la suya. La otra mitad se la pasó persiguiendo a tu hermana, sin saber que lo era y eso te pareció muy cagado y pendejo de su parte.

Se sienta a tu lado y hablan. Ya no recuerdas de qué y de todas maneras no importa. Lo único que tienes grabado es cuando te dijo que él creía que deberían besarse. Le preguntas por qué. "Creo que la pasaríamos bien" es lo único que recuerdas de una lista de razones que era más larga.
Se besan, no besa mal. Es cariñoso, como te gusta que sean, amable, te da tu tiempo y se toma el suyo. He's enjoying it and so are you.

Te pregunta si quieres ir a otro lado. Le dices que no (!!!!!!). 
Ya sabes como terminan esas situaciones, dices que sí, aunque realmente no tienes ganas, el wey sobre-excitado te toca desesperadamente por todas partes y te sientes incómoda pero no sabes como parar. Después te sientes horrible y culpable.

Sigues besando a Adrián, el de mirada de loco. Te trata gently. Ya no recordabas como se sentía que un vato te tocara con tanta seguridad y cuidado al mismo tiempo. Se separa de ti un momento para preguntarte tu nombre. Libertad. Hace su "reacción estúpida", esa que tienen todxs cuando oyen tu nombre.

Cada que besas a alguien nuevo no puedes evitar recordar la primera vez que lo hiciste con amor. Te gusta besar, y hay gente que lo hace muy bien. Pero siempre seguirás buscando esa sensación, esa capa de glitter que te calienta el alma y hace que las cosas estén menos mal.
Piensas en tus amores perdidos, en tu soledad. Estabas triste y lo mejor que haces cuando estás triste es fiestear.



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